1. Presentación-Nudo-
Desenlace
"La cena empezó sin dialogo…
Juan se daba cuenta en aquel momento de cuanto la quería,
ahora tendría que aprender a amarla. Allí estaba ella, un poco por detrás
contemplándole como un niño asombrado, con su vestido blanco, al mirarla le
parecía aun más bella. Nunca se había fijado antes y ahora todo tenía un
sentido nuevo: estaba enamorado y ella acababa de conquistarlo de nuevo.
La cena duró más de lo previsto, pues aunque llevaban mucho
tiempo sin hablar, en ese momento se dieron cuenta de todo lo que tenían que
contarse y que la rutina ordinaria se lo había ido dificultando poco a
poco.
Ana nunca imaginó que la cena acabaría así, pero desde luego no era difícil de suponer que después de siete meses casados en los que Juan siempre llegaba tarde, cuando ella ya estaba acostada y cuando apenas le veía por la mañana al levantarse, lo que los dos más deseaban era eso.
Sin palabras se lo dijeron todo: es el momento de ponerse a pensar en que la familia crezca.”
2. Descripción y Dialogo
“Aquel vagón era diferente a los demás, sólo porque era su
vagón. El pequeño espacio donde tejer los detalles de amor para su amado:
aquella rinconera con su ramito de flores frescas, la cortina bien colocada, el
espejo reluciente, los cojines ahuecados, su labor ordenada en el rincón pero a
la vez esperando cualquier momento de descanso para retomarla.
Hubo un pequeño ruido y dejó de mirar absorta por la ventana
para descubrir su procedencia.
La puerta del fondo se abrió y vio entrar un chico alto, de
piel morena; sus ojos claros la miraron discretamente pero ella tuvo que bajar
la mirada, sintió un pequeño cosquilleo en el estómago, respiró hondo y tragó
saliva; era como si la conociera de siempre, como si pudiera leer su
pensamiento y se sintió algo incómoda.
Escuchó un cortés, Buenos días así que se incorporó
ligeramente en el asiento y con voz tímida contestó:
- Buenos
días, ¿qué desea?- Soy el revisor, ¿le importaría enseñarme su billete?
Buscó en su pequeño bolso, en ese donde guardaba las cosas que más le importaban, donde estaban todos sus pequeños secretos y con cierto recelo se lo tendió.
En ese momento sus manos se rozaron ligeramente y sintió
algo especial, un pequeño escalofrío que le recorrió el cuerpo y aunque quiso
hablar no le salieron las palabras.
No sabía por qué, pero pensó que aquello no era legítimo, y
recordó aquellos momentos en que hacía una travesura he intentaba ocultarlo, y
como al final mamá siempre la descubría. Pero aquello pasó, a veces le gustaba
recordar aquel pequeño momento y sin saber cómo se sentía incómoda pero nada
dijo de esto a Damián.
Y así empezaron los días monótonos, anodinos; cuando
empezaron a resbalar por su vida apenas lo notó pero, poco a poco sentía que el
fuego se apagaba, y empezó a pensar que algo no iba bien. Cuando se dio cuenta,
miró para atrás en el tiempo y descubrió donde estaba el descuido. Había
relajado el corazón y recordó con dolor el primer día de la traición… y se
sintió intranquila, le faltaba paz y buscaba el ruido, la música para no pensar
en su miseria, en su traición y que no le recomiera la conciencia. Se
preguntaba: ¿Cual era la causa de su desasosiego, que le avergonzaba? Su
orgullo, estaba claro, pues le impedía reconocer ante él su caída; le dolía más
tener que humillarse que el sentimiento de arrepentimiento que le inundaba y
ahogaba su corazón.
Pero tenía que reconocerlo, sino nunca acabaría su
pesadumbre, ese peso que le ahogaba el alma. Todo era mucho más fácil de lo que
imaginaba en su cabeza, sólo tenía que llamar a la puerta y echarse en sus
brazos, pero le costaba tanto…
Sacó fuerzas de flaqueza, sentía las lágrimas tras sus
parpados, pero esta vez no se dejó vencer y empujó la puerta que le separaba de
su amado.
Con un hilo de voz le llamó por su nombre:
- Damián...- ¿Sí, Anne?
Avanzó hacia él y le cogió las manos.
- Damián...
- ¿si…?
Las lágrimas inundaron sus mejillas y apenas pudo balbucir un:
- Perdona…
Se sintió desfallecer. El la incorporó dulcemente y mirándola a los ojos le dijo:
- ¡Mi amor! Tranquila, siéntate y hablemos.
Y sin saber como le fueron saliendo las palabras:
- Sabía que estaba traicionando tu confianza pero aún así me dejé llevar y… –con la voz entrecortada continuó- ¿me perdonas?
- Ya está todo olvidado.
Ella desconcertada respondió:
- Pero…
No pudo seguir pues Damián se lo impidió, sellando sus labios con un beso.”
3. Relato a “dos
manos”
Amaneció un nuevo día, ¡que preciosa luz entraba por el
ventanal! Un cielo espléndido, con esos tonos naranja que tanto le gustaban y
siempre soñó plasmar… y de repente, el tren se para.
Se para… –pensó- ¿qué pasará?...
4. Continuación del
relato de Sonia Somalo:
“Cuando el pintor terminó su cuadro, después de
luchar varios días con sus propios límites, se sintió satisfecho. Su obra era
realmente sincera, no ya por su valor estético, sino por lo que le transmitía
al verla.
En ese momento
llamaron a la puerta de su estudio.”
Dejo los pinceles sobre la paleta y limpiándose las manos mientras
se dirigía a la puerta, pensaba en quien podría estar al otro lado.
Llevaba tantos días sin salir que había perdido la
percepción del tiempo, ¿que hora era, que día? María estaba sonriente junto al umbral, pero su semblante cambió de repente al verlo. Pero ¿Qué haces así? Llegamos tarde… ¿es que no sabes que día es hoy?
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